Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En la calle de Amargura
la Madre al Hijo ha encontrado
y sus ojos se han mirado
con infinita ternura.
¡Quién pudiera, Madre pura,
vuestra pena compartir,
y a Jesucristo seguir,
hasta llegar a la cima,
de un alma que sólo estima,
o padecer o morir!